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domingo, 17 de abril de 2011

La Zona de Confort, Matrix y La Caverna de Platón





María-José Especialista en Transición y Talento, Kaaizen Barcelona
(http://www.kaaizen.es)
19 Diciembre, 2010







El Mito de la caverna es la explicación metafórica que utilizó Platón para explicar la situación en la que se encuentra el ser humano con respecto al conocimiento, y es una de las alegorías más célebres de la historia de la filosofía. Es muy significativa con respecto al pensamiento platónico y propone la existencia de dos mundos extremadamente diferentes y relacionados entre sí, un mundo sensible formado por objetos materiales que conocemos a través de los sentidos, y un mundo inteligible formado por ideas universales que alcanzamos exclusivamente a través de la razón.


Matrix es una película que se inspira en esta alegoría, entre otras teorías, que se ha convertido en un referente cinematográfico del concepto platónico. En un determinado momento de la película, Neo, su protagonista, se enfrenta a una difícil elección representada por dos píldoras, una roja y una azul, de las que deberá tomar una y tras lo que no habrá posibilidad de vuelta atrás.

La azul representa seguir dormidos en la ignorancia del mundo conocido, la roja representa renacer y aceptar la entrada en una nueva realidad, o en términos del símil platónico, salir de la caverna y atrevernos a abandonar nuestro mundo interpretativo conocido, con la asunción del riesgo que eso conlleva. Ni que decir tiene que el protagonista elije la píldora roja y acepta el reto de lo desconocido, porque si no, se acabaría la película como sucede figuradamente en nuestra vida cuando rechazamos “la llamada a la aventura”.

La zona de confort es un término muy utilizado en el ámbito del coaching que podríamos asimilar también a la caverna de Platón, como el conjunto de límites y creencias que las personas confundimos con nuestro marco de existencia, aquellos ambientes y comportamientos con los que nos sentimos seguros y que sin embargo no sólo no están exentos de riesgo, sino que incluso limitan nuestro crecimiento.

Si eres emprendedor, no es probable que te encuentres en un lugar profesional cómodo o seguro, y en caso de que sea así, es probable que estés instalándote en un nivel de rendimiento inferior al de tu verdadera capacidad -píldora azul-. Es en ese punto es donde la mayoría de los proyectos emprendedores fracasan, porque dejan de ser productivos al reducirse a un lugar pequeño y limitado que nos resguarda del mundo. Es entonces cuando dejamos de aprovechar las oportunidades de crecer que la vida nos brinda diariamente.

Cinco consejos para salir de la Zona de Confort -píldora roja-:

1. Crear el hábitos que lo favorezcan. Hacer un esfuerzo cada día por salir de las actividades que nos resultan más rutinarias y rodearnos de las tareas, las personas y los hábitos que nos faciliten la apertura a nuevas posibilidades.


2. Evitar la inercia cuando las cosas van bien. Seguir buscando activamente nuevos desafíos que nos lleven a nuevos ámbitos y mantener rutinas que nos alejen de esa inercia.

3. Hacer una lista de las situaciones que evitamos. Analizar las causas y revisarla, activando las que evitamos sólo por comodidad pero consideramos necesarias.

4. Atender a los conflictos que aparecen en nuestra vida. Los problemas no resueltos que nos irritan, atemorizan o entristecen, acabarán convirtiéndose en serios obstáculos para el avance de nuestros proyectos.

5. Ponerse una alarma para cuando se sientan tentaciones de refugiarse en la Zona de Confort, para evitar rendirse a su enorme influencia. Su seguridad aparente hace que seamos capaces de pagar un precio demasiado alto por ella, sacrificando los sueños y la vida misma.

En general, seas o no emprendedor, es importante que te permitas cometer errores y te acostumbres a resolver los conflictos, participando activamente de la dinámica de este proceso y evitando permanecer en la Zona de Confort demasiado tiempo, ya que se trata de una zona de escaso crecimiento y volviendo a la alegoría de Platón, nada más alejado del doloroso proceso por el que los seres humanos llegamos al conocimiento.

María-José Dunjó,

Especialista en Transición & Talento, Kaaizen.

viernes, 1 de abril de 2011

El bambu, cuento tradicional japones

No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego constante.

También es obvio que quien cultiva la tierra no se para impaciente frente a la semilla sembrada, halándola con el riesgo de echarla a perder, gritándole con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita seas! Hay algo muy curioso que sucede con el bambú japonés y que lo transforma en no apto para impacientes: Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.


Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto, que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un periodo de solo seis semanas la planta de bambú crece ¡más de 30 metros! ¿Tardó solo seis semanas en crecer? No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas para desarrollarse...

Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas veces queremos encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno, y que éste requiere tiempo… Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiran a resultados en corto plazo, abandonan súbitamente justo cuando ya estaban a punto de conquistar la meta.

Es tarea difícil convencer al impaciente que solo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y coherente y saben esperar el momento adecuado.

De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo. Y esto puede ser extremadamente frustrante.

En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés, y aceptar que -en tanto no bajemos los brazos-, ni abandonemos por no “ver” el resultado que esperamos, sí está sucediendo algo dentro nuestro: estamos creciendo, madurando. Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.


El triunfo no es mas que un proceso que lleva tiempo y dedicación.

Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros. Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.

Tiempo… ¡Cómo nos cuestan las esperas! ¡Qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos…! Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al chofer del taxi… nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué…

Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés… ¿Para qué?

Te propongo tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación. Gobernar aquélla toxina llamada impaciencia, la misma que nos envenena el alma. Si no consigues lo que anhelas, no desesperes…

Quizás sólo estés echando raíces…